Énfasis Doctrinal
La Iglesia Metodista sostiene y enfatiza ciertas doctrinas fundamentales que le son distintivas.
El Metodismo ha aportado a la Iglesia Cristiana los postulados doctrinales que explicamos a continuación:
La Universalidad de la Gracia
Todos somos bienvenidos para gozar del favor de Dios y de la vida eterna.
La Universalidad de la Gracia, es la doctrina que establece que el amor de Dios no está limitado ni a un número ni a un tipo especial de persona. Es decir, que el sacrificio de Cristo es universal en cuanto a su extensión y este cubre cualquier pecado de cualquiera y de todos los seres humanos desde el principio y hasta el fin del tiempo.
Cristo murió por todos los hombres y mujeres y, por lo tanto, todos están en condición de ser salvos.
Todos son bienvenidos para gozar del favor de Dios y de la vida eterna (Juan 3:16-17; 2 Corintios 5:14-15; 1Timoteo 2:3-6; Tito 2:11-14, Hebreos 2:9; 1 Juan 2:1-2).
Así pues, hallamos que la misericordia de Dios está en ofrecer la redención a través de Cristo de forma completa, gratuita y universal.
La Justificación sólo por la Fe
La Justificación por la Sola Fe, es la doctrina que declara que el perdón de Dios se obtiene por la fe en la obra expiatoria de Cristo en la cruz. Pero incluso esta fe en Cristo es un don de Dios.
Se reconoce que de nosotros no merecemos nada sino la condenación eterna.
No existen méritos en el hombre o la mujer que propicien o nos ganen ni el amor ni el perdón de Dios.
La justificación por la fe, el perdón del pecador, es la liberación de la culpa y la condenación por la expiación de Cristo... aplicada al alma del pecador que ahora cree en él, y una liberación del poder del pecado a través de que Cristo ha sido formado en su corazón.
La apropiación personal de los méritos de Cristo en la cruz es esencial para ser perdonado y esto se expresa en la confianza y seguridad de que Cristo murió por mis pecados, de que me amó y se dio a sí mismo por mí.
La fe es lo único sin lo cual nadie puede ser justificado, lo único que es inmediato, indispensable y absolutamente un requisito para el perdón (leer el Sermón de Wesley Justificación por la Fe).
La justificación es lo que Dios hace por nosotros, y esta justificación es la única base real para el comienzo de la vida cristiana (Hechos 13:38-39; 16:30-31, Romanos 3:28,30; 4:5; 5:1-2; 10:4).
La obra del Espíritu Santo comienza en su intento de convencer a la persona de pecado y continúa su obra en la regeneración - nuevo nacimiento- que experimenta la persona en la justificación por la sola fe. Pero su oficio principal es la obra que realiza en los ya creyentes.
El Testimonio del Espíritu
El Espíritu Santo nos da la certidumbre del perdón de nuestros pecados, de que hemos nacido de nuevo y bajo su dirección vamos en el camino de la santidad.
Por la obra del Espíritu Santo se desprende otra doctrina que enfatiza nuestra denominación:
El Testimonio del Espíritu.
Esta doctrina nos dice que nadie puede creer en Cristo si no es por la intervención del Espíritu Santo y que nadie puede estar seguro de ser hijo o hija de Dios si no es porque el Espíritu le da testimonio de que esto es así.
El Espíritu Santo nos da la certidumbre de que nuestros pecados han sido perdonados, hemos nacido de nuevo y bajo su dirección vamos en camino a la santidad tanto interna como externa (Romanos 5:5; 8:16; Gálatas 4:5-7; 1Juan 5:9-10).
Ante la posibilidad de que alguien se engañe a si mismo suponiendo que el Espíritu Santo le convence de algo que no tiene, el Reverendo Juan Wesley explicó la interdependencia de los dos aspectos del mismo testimonio del Espíritu:
El testimonio directo a nuestro espíritu, y el testimonio indirecto, o sea, la paz que da a nuestra conciencia el Espíritu cuando nos muestra su propio fruto producido en nosotros.
La Santidad o Perfección Cristiana
La Santidad o Perfección Cristiana es, según lo menciona Wesley, el tesoro que Dios le ha dado a la Iglesia Metodista.
Por lo tanto, su misión especial es mantener y extender (esta doctrina de) la santidad escritural sobre la tierra.
La santidad es la meta y corona de la vida cristiana. Es decir, la santidad no es solamente esencial a sino que es la culminación de la vida cristiana.
La santificación, en las palabras de Wesley, también es la obra de la gracia de Dios que se nos concede por la fe:
...somos santificados por la fe tal y como somos justificados por la fe... Exactamente como somos justificados por la fe, así también somos santificados por la fe. La fe es la condición, y la única condición, de la santificación, exactamente como lo es de la justificación.
De acuerdo a Albert Outler la vida santa, entonces, es:
¡Amar a Dios y al prójimo con todo tu corazón, confiar completamente en los méritos de Cristo, y vivir gozosamente en el Espíritu!
Podemos resumir, en las palabras de Wesley, que la santidad es el amor gobernando el corazón y la vida, destilándose en nuestro carácter, palabras y acciones (en La Perfección Cristiana, p. 47)*.
La santificación no es una mera experiencia subjetiva, interna, íntima del corazón.
La santidad encuentra su realidad en la vida cotidiana; la santidad se demuestra en el cambio de nuestro carácter, palabras y actos de todos los días.
La santidad debe tener señales externas que confirmen que la experiencia interna no es falsa o que es un mero momento emocional.
La santidad, entonces, es el amor de Dios derramado completamente en nuestros corazones porque si el amor ocupa todo el corazón, ¿qué lugar hay para el pecado?
(Romanos 6:22; 2 Corintios 7:1; 1 Tesalonicenses 3:13-14; 4:3-7; 5:23-24; Tito 2:14; Hebreos 12:14;
1 Pedro 1:15-16).
Estas son las doctrinas que nuestra denominación enfatiza.
* Afirmaciones del Pastor Juan Wesley
El Metodismo ha aportado a la Iglesia Cristiana los postulados doctrinales que explicamos a continuación:
La Universalidad de la Gracia
Todos somos bienvenidos para gozar del favor de Dios y de la vida eterna.
La Universalidad de la Gracia, es la doctrina que establece que el amor de Dios no está limitado ni a un número ni a un tipo especial de persona. Es decir, que el sacrificio de Cristo es universal en cuanto a su extensión y este cubre cualquier pecado de cualquiera y de todos los seres humanos desde el principio y hasta el fin del tiempo.
Cristo murió por todos los hombres y mujeres y, por lo tanto, todos están en condición de ser salvos.
Todos son bienvenidos para gozar del favor de Dios y de la vida eterna (Juan 3:16-17; 2 Corintios 5:14-15; 1Timoteo 2:3-6; Tito 2:11-14, Hebreos 2:9; 1 Juan 2:1-2).
Así pues, hallamos que la misericordia de Dios está en ofrecer la redención a través de Cristo de forma completa, gratuita y universal.
La Justificación sólo por la Fe
La Justificación por la Sola Fe, es la doctrina que declara que el perdón de Dios se obtiene por la fe en la obra expiatoria de Cristo en la cruz. Pero incluso esta fe en Cristo es un don de Dios.
Se reconoce que de nosotros no merecemos nada sino la condenación eterna.
No existen méritos en el hombre o la mujer que propicien o nos ganen ni el amor ni el perdón de Dios.
La justificación por la fe, el perdón del pecador, es la liberación de la culpa y la condenación por la expiación de Cristo... aplicada al alma del pecador que ahora cree en él, y una liberación del poder del pecado a través de que Cristo ha sido formado en su corazón.
La apropiación personal de los méritos de Cristo en la cruz es esencial para ser perdonado y esto se expresa en la confianza y seguridad de que Cristo murió por mis pecados, de que me amó y se dio a sí mismo por mí.
La fe es lo único sin lo cual nadie puede ser justificado, lo único que es inmediato, indispensable y absolutamente un requisito para el perdón (leer el Sermón de Wesley Justificación por la Fe).
La justificación es lo que Dios hace por nosotros, y esta justificación es la única base real para el comienzo de la vida cristiana (Hechos 13:38-39; 16:30-31, Romanos 3:28,30; 4:5; 5:1-2; 10:4).
La obra del Espíritu Santo comienza en su intento de convencer a la persona de pecado y continúa su obra en la regeneración - nuevo nacimiento- que experimenta la persona en la justificación por la sola fe. Pero su oficio principal es la obra que realiza en los ya creyentes.
El Testimonio del Espíritu
El Espíritu Santo nos da la certidumbre del perdón de nuestros pecados, de que hemos nacido de nuevo y bajo su dirección vamos en el camino de la santidad.
Por la obra del Espíritu Santo se desprende otra doctrina que enfatiza nuestra denominación:
El Testimonio del Espíritu.
Esta doctrina nos dice que nadie puede creer en Cristo si no es por la intervención del Espíritu Santo y que nadie puede estar seguro de ser hijo o hija de Dios si no es porque el Espíritu le da testimonio de que esto es así.
El Espíritu Santo nos da la certidumbre de que nuestros pecados han sido perdonados, hemos nacido de nuevo y bajo su dirección vamos en camino a la santidad tanto interna como externa (Romanos 5:5; 8:16; Gálatas 4:5-7; 1Juan 5:9-10).
Ante la posibilidad de que alguien se engañe a si mismo suponiendo que el Espíritu Santo le convence de algo que no tiene, el Reverendo Juan Wesley explicó la interdependencia de los dos aspectos del mismo testimonio del Espíritu:
El testimonio directo a nuestro espíritu, y el testimonio indirecto, o sea, la paz que da a nuestra conciencia el Espíritu cuando nos muestra su propio fruto producido en nosotros.
La Santidad o Perfección Cristiana
La Santidad o Perfección Cristiana es, según lo menciona Wesley, el tesoro que Dios le ha dado a la Iglesia Metodista.
Por lo tanto, su misión especial es mantener y extender (esta doctrina de) la santidad escritural sobre la tierra.
La santidad es la meta y corona de la vida cristiana. Es decir, la santidad no es solamente esencial a sino que es la culminación de la vida cristiana.
La santificación, en las palabras de Wesley, también es la obra de la gracia de Dios que se nos concede por la fe:
...somos santificados por la fe tal y como somos justificados por la fe... Exactamente como somos justificados por la fe, así también somos santificados por la fe. La fe es la condición, y la única condición, de la santificación, exactamente como lo es de la justificación.
De acuerdo a Albert Outler la vida santa, entonces, es:
¡Amar a Dios y al prójimo con todo tu corazón, confiar completamente en los méritos de Cristo, y vivir gozosamente en el Espíritu!
Podemos resumir, en las palabras de Wesley, que la santidad es el amor gobernando el corazón y la vida, destilándose en nuestro carácter, palabras y acciones (en La Perfección Cristiana, p. 47)*.
La santificación no es una mera experiencia subjetiva, interna, íntima del corazón.
La santidad encuentra su realidad en la vida cotidiana; la santidad se demuestra en el cambio de nuestro carácter, palabras y actos de todos los días.
La santidad debe tener señales externas que confirmen que la experiencia interna no es falsa o que es un mero momento emocional.
La santidad, entonces, es el amor de Dios derramado completamente en nuestros corazones porque si el amor ocupa todo el corazón, ¿qué lugar hay para el pecado?
(Romanos 6:22; 2 Corintios 7:1; 1 Tesalonicenses 3:13-14; 4:3-7; 5:23-24; Tito 2:14; Hebreos 12:14;
1 Pedro 1:15-16).
Estas son las doctrinas que nuestra denominación enfatiza.
* Afirmaciones del Pastor Juan Wesley
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